RETRATO DEL POETA ADOLESCENTE
Me duele el corazón y un pesado letargo
aflige a mis sentidos
John Keats
Un poema que no hable de tu infancia,
que no mencione nunca a aquel amigo
que un día, de repente, fue un recuerdo.
Un poema que no tenga palabras
que convoquen los sábados de otoño
cuando nadie llamaba para el cine.
Un poema sin años de instituto
y sin amores huérfanos
exageradamente exagerados.
Esto estoy escribiendo.
Un poema
sin referencia alguna a tu dolor,
a la cueva que hiciste con tus libros
mientras ellos quedaban en la playa.
No voy a recordarte aquellos años.
Este poema puede ser distinto.
Tienes tiempo, conoces
los atajos, los trucos y los golpes
de efecto que funcionan casi siempre.
Ponte a ello pues, escribe cosas nuevas:
construye una alegría en este verso.
Pero hay algo detrás que te lo impide.
Detrás de este poema está el poema
del que llevas huyendo desde entonces.
El poema que no,
el poema que nada,
el poema que nunca.
Un poema de piel de ruiseñor
que desea el deseo
y que no quiere ser distinto, raro,
que querría dejar de ser poema
para ser cuerpo, culpa, su secreto
guardado en un diario rosa palo
(o algo igualmente cursi, da lo mismo).
Lo que quiero decir es que no puedes
escribir el poema que hay detrás,
pero tampoco puedes
conjugar las palabras de otro modo.
Por eso esto no es nada, es un poema
que no, que niega toda relación
con tu pasado triste de medusas
cazadas en la orilla
cuando ellos se reían bajo el sol
y cuando ellos se amaban bajo el sol
y tu escribías versos en el agua.
En Demonios (2022)
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