Amuras (2018) llegó por casualidad, como esa embarcación de la portada que con suavidad parece que va flotando a la deriva. Pero las olas hacen su trabajo constante y arrullan los versos empujándolos hacia quien los necesita.
Amuras es la performance lírica de
Vita Martínez, un espacio que es un costado desnudo hilado con huesos de letras. Mayúsculas, minúsculas, negritas y cursivas sin barnices ni afectaciones. Cadenetas de palabras que preparan una emboscada de flores y espinas esperando ser habitada. La generosidad explícita, una canción de supervivencia, felicidad y compañía. La fragilidad, la ausencia y el dolor que pinchan y nublan sin atenazar ni secuestrar.
Porque envolviendo esa arquitectura, esa caja torácica de palabras, palpitan las coordenadas del silencio y en ellas intuimos el ritmo del corazón. No bombea su sangre para los otros poetas sino para aquellos que sienten, para los nómadas que están dispuestos a acariciar las caligrafías del alma y conformarse con el recuerdo de la suavidad de su plumaje mientras observan como se elevan libres.
"Escribía estas palabras, mientras mi padre se moría.
Las letras están húmedas de lágrimas"
(p.17)
"No sé negarte.
Tu voz me importa,
tus palabras me alimentan y me arrastran,
tu mirada me viste y me desviste,
tu piel me acaricia y me repele"
(p.23)
"A veces, sucede que no nos llegan las palabras.
Esto ocurre (sobre todo) con los afectos y las ternuras"
(p.51)
"Antes de la palabra,
duerme el silencio..."
(p.65)
"Existen palabras y palabras...
Algunas necesitan de silencios profundos para decirse.
Otras no..."
(p.67)
"Sé lo que cuestan las palabras.
Buscar las adecuadas.
Decirlas.
Dibujarlas.
Yo las fabrico.
Las colecciono.
Pero me faltan,
a veces"
(p.101)