Seguramente tú también lees libros cuando vas de viaje. Quizás algún texto que incluso está ambientado en la ciudad que visitarás o una guía turística. Probablemente también compras libros en tus destinos, un libro que capture la esencia de alguna experiencia que hayas vivido o que te recuerde a algún lugar que te resultó especial. Se completa así el círculo leer-viajar-leer, y ya no sabe una qué vino primero, el huevo o la gallina: ¿viajé allí porque leí ese libro, o leí ese libro de resultas de esta escapada?
Como vosotros/as, a menudo mi recuerdo de los viajes es uno o varios libros. Como ejemplo, Hôzuki, la librería de Mitsuko (2015), texto del que hoy os hablo, guardará siempre la esencia de un viaje a Madrid, de una ópera inolvidable y de una visita al Thyssen. Además, es un texto leído a media voz, con la calidez de la lectura compartida que no experimentaba desde que de niña mi madre me leía cuentos antes de dormir.
Hôzuki, la librería de Mitsuko es una novela de Aki Shimazaki traducida por Íñigo Jáuregui. Mitsuko tiene una librería de lance (de ocasión) como adelanta el título, pero además es camarera en un bar de alterne de alta gama.
Es un libro de ambiente gélido, establecido tanto por el contexto (la nieve y el frío) como por la distancia del propio punto de vista narrativo. En consonancia con esa atmósfera, la narración discurre a ritmo de glaciar, sosegada, lánguida, lenta.
Mitsuko y Kako, como ríos de hielo, intercambian masa con otras partes del sistema hidrológico (la sociedad) que las rodea.
Mitsuko, sin estudios, devora libros y busca estímulos intelectuales entre sus clientes del bar X, rebelándose contra esa sociedad asfixiante que se empeña en modificar su cauce y hacer que siga las convenciones:
"La idea de fundar una familia con él, o con cualquier otro, no me tentaba, sobre todo lo de criar hijos. Quería estar libre de obligaciones domésticas" (p. 25)
"Confiaba en encontrar un empleo en Osaka. Mujer, treinta y un años, sin estudios, no tendría mucho donde elegir. Sin embargo, esperaba poder trabajar en una librería normal o de lance, como había hecho antes" (p. 73)
"El matrimonio y la convivencia no me interesan, y no quiero tener hijos" (p. 75)
"Yo no soy religiosa ... " (p. 86)
Kako, la señora Sato, por otro lado, se ve forzada a aceptar un matrimonio concertado y asumir el papel de madre.
"Lejos de mi familia, tan conservadora, me sentí por fin libre. Mis padres me mandaban suficiente dinero para que pudiera dedicarme por entero a mis estudios. Sacaba las mejoras notas. Aunque estaban orgullosos de mis resultados, mis padres no me animaban a ser demasiado independiente, como una mujer de carrera. Querían que, después de mis estudios, me casara con un hombre asentando por medio de miaï (encuentro acordado con vistas a un matrimonio)" (p. 119)
Parecen venir de contextos y situaciones vitales diferentes y sus personalidades chocan mientras se deslizan una hacia la otra. Sin embargo, en su papel de madres, ambos glaciares, Mitsuko y Kako, son similares: temperados en sus partes interiores pero fríos en sus bordes. De vez en cuando percibimos el desmembramiento de algún témpano de hielo y nos damos cuenta que las une la misma meta, la supervivencia.
"Simplemente lucho por sobrevivir" (p. 87)
"Sea como fuere, de ningún modo quiero que esta tranquilidad se rompa" (p. 104)
"Me haría creyente si la religión me permitiera escapar del dolor de la vida" (p. 87)
Para combatir el calor veraniego, os invito a sufrir la abrasión y el arranque glaciar de Hôzuki, la librería de Mitsuko. Sufriréis la velocidad de erosión a posteriori, pues la lectura da que pensar sobre temas como la maternidad, la amistad y las relaciones familiares.
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