Crónica, 1968
Las palabras se pudren.
El que da una palabra da un don.
El que da un don deja vacío el aire.
El que vacía un aire coloniza la tierra.
Pero bajo la tierra las palabras se pudren.
Las palabras se llenan de un hipo triste de animal ahíto,
de un hipo de hipopótamo tardío,
y por mucho que brille su arco iris no traen la paz,
sino el sebáceo son del salivar chasquido
y el hilo deglutido de la muerte.
Las palabras se pudren, son devueltas,
como pétreo excremento,
sobre la noche de los humillados.
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