Tuesday, August 20, 2019

Hands in Books: La escala de los mapas


"Ninguno de los libros de este mundo
te dará la felicidad,
aunque ellos te muestran clandestinamente
el camino de regreso a ti"

Trazar con compás la línea del paralelo buscando su cruce con el meridiano y, en esa travesía del grafito,  diseñar el espacio y el tiempo propios, llenándolos de la carga ideológica que una desea. Perder la ubicación, desdibujar la ruta marcando, paradójicamente, el inicio de un periplo que lleva a la conquista de un espacio propio que ni siquiera es tal. Es la propuesta de Belén Gopegui en La escala de los mapas (1993).

Un libro esférico que es el plano de una conquista. Cardioestrategia militar precisa que no busca la muerte sino la victoria, ganando terreno con cada incursión. Liderando el campo de batalla, un personaje-imán, Sergio Prim, que marchita nuestra rosa de los vientos y nos descoloca el norte sentimental. Es un "detector de paisajes" (p.62) obsesionado por las escalas, las lindes y los números, tanto los cotidianos como los olvidados (el margín). Huye de la felicidad y del amor buscando el refugio de la invisibilidad y la nulidad, la metáfora que lo lleve a la evasión.
"Un hombre camina solo hasta llegar a perder la noción del número que marca su soledad" (p.17)  
"Yo conocía la soledad geométrica: las doscientas cincuenta y cinco calles, las seiscientas doce esquinas, los cuarenta aljibes de mi apartamento estaban solos" (p.163) 
"No sé qué hubiera podido ocurrir si el dolor fuera una cifra constante" (p.193)
Prim busca una manivela, un interruptor, una fractura, un  intersticio en el que parar, descansar y salvarse. Un hueco.

"... el hueco deber ser un estado semejante a cuando nos movemos bajo las mantas, y fuera hace frío pero en el interior de la cama, como el aire, se agita y nos roza una temperatura que es la justa, la que la sangre quiso y propició en sueños" (p.108)
Un hueco para un hombre que es un "territorio exhausto" (p.137),  "una guerrilla proscrita y sublevada" (p.15), un "alma abollada" (p.166) dañada por la intemperie, que aspira a "robar un centímetro del metro de platino, un grano de la arena del reloj" (p.155) a cualquier precio menos el justo.

Una "autarquía de repliegue" (p.25) rige las decisiones de este hombre introvertido, manantial subterráneo. Busca los fragmentos, impide el acercamiento y evita que nadie le pise la cuadrícula negra de su página, pues teme la continuidad, la rutina, el hartazgo. 

Su contrapunto es Brezo "el-amor-sin-sitio" (p.31), encontrado en una suposición, en una región de su soledad. Ella es 9 años más joven, práctica y ágil. Paciente y constante, aparece en cada evocación   -cuerpo, pasión y presencia adorada. Prim, por su parte, es más soñador que ilusionista por mucho que esperemos el truco final. Nos entretiene con sus cuadernos de evasiones, sus delirios de atravesar el mundo siguiendo un itinerario de piscinas, o con sus mitos matemáticos. Pero fracasa en su escape de la realidad, esa mala actriz ("La vida es sospechosa, conviene no creerse nada" (p.72)). Era predecible, pues en esa empresa las escalas, la latitud y la longitud no sirven como herramientas para crear la pureza de sentimiento a la que él aspira.
"Manos en retirada soy, cuerpo en retirada, separado en medio del tráfago de cuerpos, porque no me enseñaron a besar las mejillas ni a aferrar antebrazos ajenos. No sé abandonarme, ni siquiera en el deseo, ni siquiera desvaneciéndome en ti. Yo entro en el deseo y tal vez descanso, pero enseguida se enciende un cerco luminoso, un resplandor naranja e intermitente que me incita a cruzar, a correr" (p.24) 
¿O es que "tal vez toda conquista es una pérdida?" (p.160). La verdadera pérdida la sufre el lector, desorientado en las cuadrículas heridas, en los giros vertiginosos, hipnóticos del compás y la pluma de Prim/Gopegui. Quizás en el "Accesorio 127"el niño que mira al final de las vías seas tú. Solo necesitas diluirte en las curvas de nivel, en los espacios entre las palabras que ocupan las 213 páginas de La escala de los mapas.
"El amor no nos arrastra sino que nos empuja al lugar hacia donde, solos, nos acercábamos temerosamente" (p.25) 
"... querer, por más que otros afirmen lo contrario, es rendirle tributos al desconocimiento" (p.49) 
"Brezo, yo soy un hombre pequeño, pero tengo la sensación de que tú me representas en una escala todavía más pequeña, con lo cual parezco muy grande. ¿No podrías cambiarla? ¿No podrías aumentarla un poco, o mejor, aumentarla mucho, aumentarla hasta que, en tu recuerdo, yo figurase como el punto que designa a un pueblo en un mapa minúsculo, la réplica microscópica de un Sergio Prim borroso, lejano, casi inexistente?" (p.30) 
"Todo "te quiero" entraña una promesa y las promesas nos dañan, pues dividen la vida en momentos de obediencia y momentos de traición" (p.74) 
"El amor se autodestruye no para sobrevivir sino para vivirse; no a la manera del grano de trigo que cae en tierra y da la espiga, sino como el cohete que arde en el cielo, y en el arder existe y se da muerte" (p.75) 
"Pero el símbolo ajado es todo cuanto podemos palpar. Brezo, cuando la pasión termina, se repliega en objetos: prendas, regalos, cartas. Y si uno desconoce el hueco, el canal que comunica los objetos entre sí, entonces un objeto es un objeto, forma de ruina. Que mi pasión no se repliegue, amiga, que mi pasión fluya por un espacio blanco y libre de realidad, por esta ruta apaisada que voy trazando" (p.79) 
"Quererse no puede ser fundirse entonces: quererse no suele ser más que una desorganización organizada, Brezo, coincidencias" (p.155) 
"... es la vida posible y minuciosa. Pero ven y duerme cuando la tarde cae. Que no te despierte el tiempo sino que lo despiertes tú: ésta es la cámara de la música. Y luego se suceden los inviernos. Hay que seguir; conviene decorar las estancias más frías. Pero tú no te has ido. Como una manecilla fina y dorada estás conmigo, dentro de mi reloj" (p.179)

Muchas gracias, "Apatticus Finch" por esta recomendación literaria que sube al top 10. 
¡Muy agradecida! 

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