Ti voglio bene
Me envías una escueta postal de tu viaje
con unas cuantas faltas leves de ortografía
–aunque eso no importa, ya sabes mi manía
de perseguir tus líricas traiciones al lenguaje.
Hablas de la ciudad, del mediocre hospedaje
en pleno centro de Florencia y todavía
hacia el final te tiembla la azul caligrafía
cuando dices que sientes mi sombra entre el paisaje.
¿Quién puede comprenderte, mi lejana turista?
Hoy me mandas suspiros, promesas, algún beso,
y ayer mismo huías con un hasta la vista.
No temas: estaré aguardando el regreso
en el sitio fijado y a la hora prevista,
para ver como un tonto las fotos del suceso.
En El amigo imaginario, 1991
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