Ese gesto de alguien que empuja con gentileza un montoncito de palabras en tu dirección. Te ordena que las subas a la cima de las pendientes y obedeces, escéptica. Entonces, la dulzura espesa de las primeras páginas te atrapa con su naïveté y te hace chispear los ojos y el corazón hasta la última página.
Eso fue La biblioteca de los libros rechazados (2017), de David Foenkinos. Traducido de forma brillante, clara y coherente por María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego, la historia va más allá de una editora y un escritor que encuentran un libro "rechazado" que se convierte en superventas.
Es un compendio de relaciones, un Love Actually libresco donde se dan cita bohemios, tradicionales, románticos, idealistas y realistas - aunque, en definitiva, como Josephine, todos son "kamikazes del amor" (p.98).
Promueve también, a otro nivel, una reflexión profunda sobre el mercado editorial y sobre los actos de escribir y de leer. Gérard Misson sentado en el almacén armado de boli y papel esperando a que le venga la inspiración (p.140); las noticias que se aprovechan para dar empuje al tirón publicitario de un libro (p.137); los dudosos criterios de selección de editores (p.106) o el ego desmedido de algunos escritores son tan sólo algunos aspectos que se tratan con una fina ironía. Tampoco se libran de ella lectores, críticos, libreros y librófilos en general.
"Los lectores siempre se encuentran a sí mismos, de una forma o de otra, en un libro. Leer es un estímulo completamente egotista. Buscamos inconscientemente lo que nos dice algo. Por muy estrambóticas o improbables que sean las historias que los escritores crean, siempre habrá lectores que les dirán: "¡Increíble! ¡Ha escrito usted mi vida!" (p.77)
"El exceso de escritura puede volver infantiles a las personas (...) Necesitaba, para escribir, esas dos energías contradictorias. Se sentía perdido y melancólico, pero una ambición terrenal se le ceñía al corazón" (p.86)
"Los combatientes del libro tenían maravillado a Maroutou. Juntos formaban una muralla defensiva ante el mundo que estaba llegando, ese mundo que no era ni mejor ni menos bueno, pero que, aparentemente, no situaba ya el libro como valor esencial de la cultura" (p.107)
"En esta época en la que todo el mundo quiere, cueste lo que cueste, reconocimiento a troche y moche, he aquí un hombre que seguramente se pasó meses puliendo una obra destinada al polvo" (p.108)
(Nota al pie) "*Como si el reconocimiento consistiera en que lo comprendieran a uno. Nadie entiende nunca a nadie, y desde luego nadie entiende a los escritores. Van errabundos por reinos de emociones cojas y, la mayoría de las veces, no se entienden a sí mismos" (p.111)
"Todo empezó con el revuelo de los medios de comunicación. Se adueñaron de esa historia, que les pareció fuera de lo corriente. Expresión exagerada, pero vivimos en una época de énfasis fácil" (p.115)
"Hacían cola para comprar un sostén en el local de la hija del pizzero que había escrito una novela en el mayor secreto (uno de los caminos absurdos que tomó aquella peculiar fama póstuma)." (p.131)
"... una prueba tangible de que nuestra época estaba mutando hacia el predominio absoluto de la forma sobre el fondo" (p.135)
"Le gustaba disponer de ese poder, se hacía de rogar para comer con las agentes de prensa y siempre hacía una pausa antes de dictar sentencia sobre tal o cual novela, que caía como un oráculo" (p.155)
"Todos los libros que había leído, disfrutado, defendido, formaban un montón de palabras incomprensibles; tenía la sensación de que no quedaba ni un resto de belleza" (p.205)
"... he dejado de respirar rodeada de tantos libros, me asfixian, con tantas historias por todas partes que no me dejan tener la mía propia, todas esas frases, todas esas palabras desde hace años... " (p.226)
"Usted no tiene la culpa. Yo creo que hay que desconfiar de la gente a quien le gustan los libros" (p.255)
Foenkinos es un minimalista de la información, describe de un plumazo: "Así que ese era Rouche, un hombre que llegaba con mucho retraso a la mejor versión de sí mismo" (p.214); "hombres que adquieren sus dimensiones completas en la ausencia" (p.89)). Me fascina cómo logra que retengamos en la memoria detalles aparentemente insignificantes. El té al caramelo, por ejemplo.
El formato de capítulos breves que acaban en cliffhanger impide la tregua o el desenganche. Lo mismo ocurre con las notas a pie de página. Lejos de ralentizar el ritmo, lo aceleran. Estaba deseando que apareciesen- en mi vida me había pasado cosa igual.
Más allá de que a uno le gusten o no las historias de amor, La biblioteca de los libros rechazados entretiene. Con un acercamiento aparentemente baladí aborda temas como las relaciones humanas, la (re)construcción de la memoria o las bases de la confianza.
"El silencio sigue siendo el mejor antídoto para los desacuerdos" (p.95)
"No hablaba mucho. Así que a lo mejor es que se guardaba todas las palabras para su libro" (p.120)
"Intercambiaban o silencios o palabras demasiado altas, pero el nivel sonoro de su unión pocas veces adoptaba un registro moderado" (p.126)
"Las palabras siempre tienen una meta, buscan la mirada ajena. Escribir para uno mismo sería como hacer el equipaje para no marcharse" (p.139)
"La ciudad daba acogida a las palabras de todos, en una avalancha excéntrica" (p.142)
Siguiente en la lista, del mismo autor: Charlotte, la historia de Charlotte Salomon, pintora de origen judío que falleció en Auschwitz. La entrevista de Página Dos (enlace a continuación) me ha convencido.
¡Gracias, Nacho Rodiño, por un préstamo TOP!
Para saber más:
- Puedes leer un fragmento de la novela aquí
- Entrevista a David Foenkinos por TELVA
- Entrevista a David Foenkinos en Página Dos
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