Presentamos, en versión del traductor argentino Pablo Juan Fajdiga, algunos textos del poeta esloveno Aleš Šteger (1973), tomados de esta entrada de Círculo de Poesía.
Tokio
La pared se alza al lado de la del vecino,
Como las noches en Shinagawa.
El pasaje es demasiado angosto
Para palabras luciérnagas.
He quedado varado en la vida,
Por eso escribo.
Nicosia
Oigo caer
Naranjas maduras al barro.
La gente, cerrada por el mar,
Teje alambre de púas.
También a nosotros dos nos canta
Un solo Dios,
En infinitas lenguas
Infinitas verdades.
Cinco veces al día.
El defecto es
Un componente de lo perfecto.
La mentira es parte de la verdad.
¿Por qué se esfuerza la oruga
En llegar a ser mariposa?
De unas manos
Sangrantes por
La silvestre hierba de San Juan
Y la ebria uva
Recibí la noticia
De que todo está emparentado
Y es la vez
Bueno y malo.
Pobre de mí.
¿Adónde irá la arcilla,
Adónde el aliento
Cuando me cubra
La dulce nieve?
Cada uno de nosotros
Es de algún lugar,
Cada uno viene
Sin cesar
De algún lugar.
No dejaremos
De venir, cantar, de ser cada uno.
Las estrellas, los ríos, las montañas
No son una orientación de fiar.
Sólo aquello que llevas,
Lo que no puedes dejar
De llevar consigo
Cuando vienes y vienes,
Sin cesar,
Sólo aquello es,
Sólo aquello –
El único lugar.
Todo el resto es de algún lugar,
Cada uno va hacia algún lugar.
Alabado seas,
Sentido de nuestro camino,
Indeterminable y libre.
El sol quedó varado
En la copa del roble centenario.
Ojalá yo también pudiera
Yacer por siempre
Bajo su límpida sombra,
Con el cielo en mis ojos.
No hacer nada.
No me atrevo.
Es terrible
Todo lo que hace
Esa pequeña nada
Con el hombre.
Es mejor refugiarse
En las palabras,
Donde están domados
El pequeño gran hombre
Y la diminuta
Inabarcable nada.
Incluso si alguna vez la palabra
Te arrincona en un ángulo muerto,
Ahí siempre hay una puerta.
¿Quién puede
Escribir qué hay
Detrás de esa puerta?