Monday, December 25, 2017

Letters in Books: Mil grullas

No conozco apenas nada de la literatura japonesa, exceptuando a Kazuo Ishiguro, Haruki Murakami, Aki Shimazaki y alguna colección de poesía clásica o haikus. Os invito a dejar vuestras sugerencias en los comentarios de esta entrada. ¿Qué títulos recomendáis? Me gustaría adentrarme más en esta literatura tan rica, sobre todo después de descubrir a Yasunari Kawabata 川端 康成 (1899-1972).

¿A quién no le gusta cotillear un poco sobre la experiencia vital de los autores? Aquí tenéis una breve biografía proporcionada por Planeta de libros:

Huérfano a los tres años, insomne perpetuo, cineasta en su juventud, lector voraz tanto de los clásicos como de las vanguardias europeas, fue un solitario empedernido. Escribió más de doce mil páginas de novelas, cuentos y artículos, y es uno de los escritores japoneses más populares dentro y fuera de su país. Mantuvo una profunda amistad con el escritor Yukio Mishima, del que fue su mentor y difusor. Recibió el Premio Nobel de Literatura en el año 1968. Entre sus obras, muchas de ellas marcadas por la soledad y el erotismo, destacan La bailarina de Izu, El maestro de Go, Lo bello y lo triste(Emecé, 2001), Mil grullas (Emecé, 2005), País de nieve (Emecé, 2007), El rumor de la montaña (Emecé, 2007) e Historias de la palma de la mano (Emecé, 2008). Kawabata se suicidó a los setenta y dos años.


La novela que me acercó al autor es Mil grullas (千羽鶴 Senbazuru)(2016), traducida por María Martoccia. Un libro que merece ser leído con lentitud, paciencia y atención.

Es una narración predominantemente subjetiva, coloreada por un tono emocional, nunca intelectual ni moralista, y creo que por eso conserva su carácter universal. En cinco episodios ("Mil grullas", "Árboles en el sol de la tarde", "Shino decorado", "El lápiz de labios de la madre" y "Estrella doble") se nos presenta un triángulo de mujeres cuyos vértices se van moviendo, con el joven Kikuji como elemento vertebrador.

La trama gira en torno a la ceremonia del té, donde los propios objetos (tazones, jarras, teteras y servilletas) se irán convirtiendo, según avanza la historia, en símbolos de las pulsiones caóticas Eros Thanatos de los personajes. La culpa, el dolor y el deseo forman los vértices de este otro triángulo emocional. Así, el tazón de la amante del padre de Kikuji pasa a manos de otra amante, que lo usa para servir al hijo, convirtiéndose en un cáliz envenenado.

"La servilleta de té, a tono con la muchacha, era roja e impresionaba menos por su suavidad que por su lozanía, como si de la mano de la muchacha floreciera una flor roja" (pp.26, 27)

"La jarra para el agua y el medidor de té habían pertenecido al padre de Kikuji, pero ni él ni Chikako mencionaron el hecho" (p.27)

"Kikuji miraba el florero en el que había dispuesto sus flores; era la jarra para el agua de la ceremonia del té" (p.71)

"Kikuji sacó los tazones y otros utensilios para el té de unas cajas del rincón. Recordó que la noche anterior la joven Inamura los había utilizado, pero los sacó de todas maneras" (p.63)

"Ella se inclinó para levantar el medidor de té de bambú y una lágrima humedeció el borde de la tetera" (p. 63)

"Fumiko llevó dos tazones sobre una bandeja. Eran de forma cilíndrica, un Raku rojo y un Raku negro" (p.77)

"Mientras miraba la pieza maestra que era, sintió intensamente la pieza maestra que había sido la señora Ota. En una pieza maestra nada es impuro" (p.131)

La ceremonia y el ritual llenan nuestros sentidos, como los de los personajes, y nos sobreviene la languidez soporífera de un sueño. Los diálogos son cruciales, pero también lo son los actos y los gestos de cada uno, cargados de complejidad. Se oscurece el significado y se dificulta la comunicación, desembocando en una angustia mental  que acaba en muerte.

"Recibí una carta suya después de la muerte de tu padre. Yo lo extrañaba muchísimo, me sentía muy sola" (p.33)

"Cuando comenzamos a sentir responsabilidad y remordimientos, hacemos que la muerte parezca algo sucio. Los remordimientos y las dudas tan sólo consiguen que la carga sea más pesada para quien ha muerto..." (p.76)

La grulla en la cultura japonesa es un símbolo de longevidad y buena suerte. Si haces miles de ellas con papel de origami, un deseo se hará realidad. Pero en la novela nada se cumple, sólo tenemos a un grupo de personajes solitarios y desorientados. Y ni la ceremonia del té, el arte o la literatura, pueden darles un mundo mejor. 

La narrativa de Kawabata es meliflua y exquisita. Nada sobra. Es un maestro en el curioso ejercicio de reducir textos extensos a "relatos del tamaño de la palma de la mano" (p.8). Con una pincelada de un granado, un duraznero, unas azaleas o un trueno, condensa una estación, crea una atmósfera y evoca un sentimiento. 

Es ese poder evocador el que me tiene fascinada, en cada página crees percibir un grito de desesperación, pero jamás se le da voz, tienes que buscarlo entre las líneas de los diálogos, adivinarlo en los gestos de los personajes y, cuando crees que lo tienes, guardarlo en el bolsillo. Si has custodiado bien todos esos gritos ahogados, cuando llegues al vertiginoso final podrás componer la historia.

Para saber más:
  • Texto en español de la conferencia que Kawabata dio en Hawai en 1969: "La existencia y el descubrimiento de la belleza". Es brillante, merece una lectura.

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