Monday, March 26, 2018

Hands in Poems: Sonia Fides




Los orgasmos nunca dejan marcas

Demasiado a menudo somos nada.
La nada es una enfermedad escandalosa,
como lo es la escarlatina en un cuerpo de niño en la penumbra
cuando llega la siesta pero el calor no viene.

El cuerpo se desentiende de las sábanas.
Comienza a relatarlo la mirada quieta,
que estrella sobre el pentagrama las notas intangibles
de lo que vive contigo y no te habita.

¿Explotaría mi carne si fuera capaz de mostrar la silueta
de todo mi deseo?

Date prisa, me han dicho que caducan las caricias.

No hay realidad más bella
que la que corre por delante de las manos,
por delante de los dedos que persiguen
a una mujer que descarga su almíbar
sobre segundos calientes de la tarde.

Ahora todo tiene que ver con la temperatura exacta
de lo que no se exhibe.
Espero que los cristales colaboren,
que no se empañen y me sigan el juego.
Quiero devolverle a la tarde mis muslos blancos
para que lama su sombra mi secreto.

La habitación permanecerá intacta.
Los orgasmos nunca dejan marcas.

En el libro Mirar y ser mirada (2006)

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