Luisa Carnés (Madrid, 1905-México
D.F. 1964), la "olvidada de la Generación del 27", nació en el seno de una familia obrera en el barrio madrileño de Las
Letras. A los 11 años entró a trabajar en un taller de sombrerería y comenzó
muy joven a escribir. En 1928 se publicó Peregrinos de calvario (narración breve) y luego tres novelas y un puñado de relatos
en la prensa escrita. Con el estallido de la guerra civil, se centró en su
labor de periodismo militante. Derrotado el bando republicano, hubo de salir al
exilio y recaló en México donde siguió escribiendo y trabajando como periodista
hasta su prematura muerte.
Curiosamente, a su exilio, sólo se llevó una
cartera de piel con los originales de su narrativa breve guardados en ella.
Eran relatos mecanografiados y corregidos por la mano de Carnés, que su familia
encontró en la misma cartera de piel en la que había cruzado la frontera
cuarenta años antes. Estos cuentos, junto con cuatro relatos inéditos de la
escritora, todos ellos escritos entre 1931 y 1963 son ahora recogidos por
Hoja de Lata en el volumen
Trece cuentos
(2017).
Los cuentos se dividen en cuatro grandes
períodos cronológicos: los escritos de la República, los de la guerra y la
posguerra, los de temática mexicana y los de temática internacional.
En cuanto al primer grupo, nos adentra en la
biografía de dos mellizos simbióticos, explora la situación de la mujer
española (dependiente y sometida al marido) y pinta un cuadro tan brillante
como desolador de las condiciones misérrimas de los trabajadores agrarios.
Los relatos ambientados en la guerra civil y
posguerra se centran en la causa republicana desde la mirada particular de las
mujeres, en su triple condición de represaliadas del franquismo, presas
políticas o madres refugiadas que escapan de la guerra.
El tercer grupo, referido a su nueva vida en
México constituye un giro temático sustancial, ya que exploran la sensualidad,
las costumbres sociales o la volátil política del país.
Por último, el interés de Luisa Carnés por la
actualidad política internacional desde comienzos de la década de los cincuenta
hasta 1963 se refleja en tres cuentos (dos de ellos inéditos), uno de los
cuales es un llamamiento a la paz mundial; otro enlaza un motín de las fans de
Elvis Presley en México con las movilizaciones por los presos políticos
españoles a lo largo del planeta; y el último retrata la lucha contra la
segregación en EEUU a través de la vida de un matrimonio interracial.
Independientemente de la sección a la que
pertenezcan o la temática que traten, el conjunto es una delicia. Se
caracteriza por contar buenas historias donde cada personaje tiene el peso de una vida vivida, con sus
típicas contradicciones y desorden.
No hay nada limpio en los relatos: los aceituneros
con sus dedos gangrenados, Benita con su complacencia extrema, la aturdida
presa republicana que deambula desorientada, las “tiernas” madres que rehúyen a
Benitín o los niños como Chucho o Elsa, con infancias arrebatadas. Personajes
descarnados que no son simples peones movidos por la autora, sino que parecen
tener vida más allá del breve relato recogido en el papel. Cada historia, lo
cual es más impresionante, se aguanta por sí misma a la vez que contribuye a la profundidad y
detalle del conjunto, que funciona y fascina.
Además, Carnés tiene ese don de narrar
centrándose en los sentidos, anclando al lector a la presencia. Estás allí,
cuerpo a cuerpo, al lado del personaje en un acercamiento profundamente humanista,
un desapego estético de esos hombres y mujeres que se destruyen a sí mismos o
son destruidos por las sociedades que les rodean y que los ahogan.
Esta es una colección a la que quieres
volver, por su arquitectura sin costuras y belleza que fluye aparentemente sin
esfuerzo. ¡Muchísimas gracias,
Dolores López por el préstamo y la recomendación!
“Una
escritora que reclama a gritos, cual madre sembradora, un hueco en el canon de
la literatura española”
(editores, p.14)
EN EL TRANVÍA
“La
monja (...) comienza a sentirse presa de extraña inquietud que la impele a
sonreír. Ha cogido entre sus dedos redondos el borde de uno de aquellos
pliegues innumerables de su hábito, y lo retuerce con fuerza. Luego de mira las
punteras de sus botas horribles, y las esconde enteramente debajo de la falda
pesada. Después se pone a observar al hombre, cuyos ojos entornados envuelven a
la mujer en caricias imaginadas, cuyas manos delgadas, finas, buscan una mano
desnuda de la amada, abandonada sobre su brazo” (pp.17-18)
LOS MELLIZOS
“Tan
fuerte llegó a ser aquel pensamiento, que decidieron anticiparse “a su hora”,
irle al encuentro, como garantía de que habían de realizar juntos el viaje.
Pero como eran personas sensatas y repugnábales el causar la menor molestia
aunque fuera póstuma, escribieron una carta al juez del distrito, en la que le
participaban sus mutuas angustias, así como su mutuo fallecimiento, y otra a su
portera, por la que le legaban sus muebles y los cuadros familiares, incluso el
corazón de yeso, con la aorta de brecolera” (p.32)
UNA MUJER FEA
“Él
se sentía halagado con la sumisión de aquella mujer que adivinaba sus menores
deseos y recibía sus espaciadas caricias con gratitud felina. Le estaba
agradecido porque había independizado su vida (...) Y le daba golpecitos
cariñosos en las manos, única gracia del cuerpo desgraciado” (p.44)
OLIVOS
“Con
las luces primeras de la aurora, bajo el desteñido cielo de invierno, bajo el
dosel gris que gotea su llanto manso y silencioso, los olivos muestran sus tupidas sombrillas
sin brillo. La triste mañana los baña con su lenta lluvia, que pronto
convertirá en barro los terrones de hielo” (p.54)
EN CASA
“No
comprendía entonces por qué una adolescencia puede ser amarga, ni unos
pensamientos juveniles, viejos. No pensé que pudiera existir una vida diferente
a la nuestra: la tina llena de ropa de gentes extrañas, aquel trozo de cielo y
el pequeño tejado, con sus flores pálidas y sus hierbas, que aplastaba la
lluvia del verano”
(pp.77-78)
LA CHIVATA (podéis leerlo en su totalidad aquí)
“Todas
golpeaban ciegamente encima de la manta, con los pies y las manos. Golpeaban
por ellas y por las demás reclusas del penal. Golpeaban por sus hombres presos
o muertos, por sus propias penas y por las ajenas. Golpeaban por los cautivos
víctimas de las delaciones, por los eternos días de la cárcel, por las noches sin
sueño, por los años sin pan y sin leche, por la juventud sin amor, por la niñez
de los niños que no conocían de España más que unas celdas estrechas y unos
altos muros grises...”
(p.113)
SIN BRÚJULA
“Embarcaron
al filo de una noche negra. Ni una estrella iluminó la triste despedida. La
oscuridad era completa. Las voces opacas, como ahogadas prematuramente. Las
aguas se antojaban más duras que otras veces, y la nave parecía resbalar sobre
ellas con dificultad. Sin luna, sin farol y sin la espada hermana del faro a lo
lejos, el barco y su carga eran una sombra sobre el esquivo lomo del mar” (p.119)
“El
sol iluminaba ya por completo aquel cuadro de la mujer y el niño. El corazón de
la mujer latía junto al de la criatura, que ya había cesado de latir” (p.135)
LA MULATA
“No
era necesario que confesara que siempre careció de voluntad, que siempre fue
como una brizna de algas que el mar arroja a la playa y el viento seca y
esparce. No había más que ver su aire de abatimiento, de criatura aplastada
brutalmente por la desgracia” (p.150)
MOMENTO DE LA MADRE SEMBRADORA
“La
alcoba aquella era como todas las alcobas pobres: la cama, la mesilla de noche
junto a la cabecera, la luz velada encima de la mesa y la ventana. Su ventana,
cerrada con una doble puerta de madera y vidrio, era también semejante a la de
las otras alcobas. Ventana cerrada a la luz clara de la luna, que ya no vestía
“el polisón de nardos”, regalo de Federico. La luna era entonces la cruel
enemiga del niño que dormía el sueño sobresaltado de la guerra; sueño sin
ángeles de la guarda que extiendieran su mano de marfil para detener la bomba
asesina, desprendida de los cielos estrellados” (p.187)
“Queremos
para nuestros hijos, para todos los niños, un sueño sin ventanas cerradas, un
sueño sin zozobra.
Toca
a las madres hacer el porvenir.
Somos
sembradores de la vida.
Seamos
también sembradores del nuevo día que amanece” (p.192)
AQUELARRE. CRÓNICA DE NUESTRO TIEMPO
“A
esa misma hora, en un pequeño hospital de Hiroshima se alineaban en bancos las
amarillentas y consumidas víctimas de la bomba atómica; en algún lugar de Corea
un niño de pecho exprimía el pezón del cadáver de su madre; en Nueva York, un
piquete de mujeres rodeaba la embajada española reclamando libertad para los
presos políticos; en una carretera de Inglaterra desfallecían de fatiga más de
mil caminantes, mensajeros de la paz; en un laboratorio de Moscú, los sensibles
dedos de la ciencia exploraban los caminos de las estrellas; en algún calabozo
de España, manos mercenarias trataban de destruir los sueños más puros del
hombre; en cualquier país del mundo, un niño comenzaba a fijar su pupila en un
rayo de luz y encendía su tierno labio con la primera sonrisa de asombro ante
la maravilla de la vida”
(pp.200-201)
EL SEÑOR Y LA SEÑORA SMITH
“Llevarían
en una maleta su escasa ropa y partirían hacia el pueblo donde se habían
desposado. Buscaría trabajo como chófer y, si no lo conseguía, ofrecería sus
brazos robustos en las granjas, sus brazos morenos y vigorosos, que no eran
rechazados por su color por los granjeros blancos; ofrecería sus manos para
recolectar el algodón, sus manos, que en las plantaciones eran buenas para la
pizca, como también lo eran en la guerra para matar” (pp.215-216)