Contemplamos el aire y sus nacimientos,
el yeso de morir,
por donde brota en permanente quietud,
temprano silencio.
Tras tus pasos y un poco más allá
un ramillete de existencia borbotando,
y también junto a tus manos,
un tenue murmullo.
Se retira el mar,
todos lo saben,
pero nadie alcanza a comprender por qué, y nada dicen.
No mucho después, el lento desnudo de la luz
recorre con sus carbunclos de seda las mejillas,
deshelando paso a paso el inmenso
roce tibio de la tarde.
"¿Qué ocurre? ¿Por qué o adónde
nos estamos yendo?"
El susurro estremecido se detiene y, molusco infinito,
se repliega al interior de su valva.
Durante un instante,
todo,
desde el ignorado paisaje
a la ruina de un planeta derribado,
resulta increíble,
todo permanece en vilo,
aguardando la resolución que, a este lado de la isla,
sobre nosotros adopten
los desconsiderados dioses.
En Con pájaros que ignoro. Poesía reunida (2017)
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