Erri De Luca (1950) participou con dezaoito anos no movemento do 68 e pasou a fomar parte do grupo Lotta Continua. Despois traballou como camioneiro, obreiro e albanel. Estudou hebreo de xeito autodidacta e ten traducido algúns libros do Antigo Testamento.
Hoxe falamos de dous libros del,
Montedidio (2001), que lemos este ano no club de lectura de profesorado da EOI, e
El día antes de la felicidad (2009), traducido ao castelán por
Carlos Gumpert, que me prestou xenerosamente
Alejandro Amor.
Se Montedidio me sorprendeu polo liricismo da súa prosa, El día antes de la felicidad fíxoo pola estrutura do texto narrativo, aínda que tamén mantén ese uso luquiano da poética na prosa, chea de fermosas metáforas e símiles.
De Luca crea atractivas personaxes máxicamente reais, mentores de adolescentes no limiar da madurez: Don Rafaniello, coas súas ás ou o “ebanista pescador” Errico (p.21) en Montedidio; o porteiro Don Gaetano que pode ler os pensamentos e o xeneroso libreiro Don Raimondo en El día antes de la felicidad.
En ambos textos temos familias desintegradas ou disfuncionais (en El día... totalmente ausente), o recoñecemento do desexo sexual, ereccións inesperadas, a persecución dos xudeus, a alusión a Arxentina, unha certa ridiculización dos americanos, o primeiro amor (Maria en Montedidio e Anna en El día antes de la felicidad), e un obxecto fetiche cargado de significado (o bumerán en Montedidio e a navalla en El día...).
A lingua en De Luca, o napoletano, ao igual que a cidade, a Nápoles dos anos 50, é unha personaxe en si mesma, pola súa calidade poética e tamén porque ás veces se converte en tema dominante, con xemas reflexivas, mesmo didácticas, que nos avanzan o punto de vista do narrador. Vede, senón, as seguintes citas de Montedidio:
“Papá (...) habla dialecto (...) Dice que con el italiano uno se defiende mejor. Yo lo conozco porque leo los libros de la biblioteca, pero no lo hablo. Escribo en italiano porque es reservado y puedo contar los sucesos del día, sin el bullicio del napolitano” (p.7)
“Sé el italiano, un idioma tranquilo que se está quieto dentro de los libros” (p.12)
“Oigo chillidos y voces napolitanas, hablo napolitano, pero escribo en italiano. “Estamos en Italia”, dice papá, “pero no somos italianos. Para hablar el idioma tenemos que estudiarlo (...) Es un idioma difícil” (p.20)
“Se lo dijo napolitanamente tan fuerte que todo el callejón se quedó en silencio” (p.85)
“Rafaniello sabe napolitano, dice que se asemeja a su idioma (...) “El italiano es un idioma sin saliva; en cambio, el napolitano tiene esputo en la boca y pega bien las palabras. Las pega con el esputo: no sirve para una suela de zapato, pero para el dialecto es una buena cola” (p.101)
“Maria pasa del italiano al napolitano, que le sale con la fuerza de una bofetada; cuanto más corto es el napolitano, más se parece al filo de una navaja” (p.117)
“Entonces estallan las lágrimas, ahora sé que en italiano se dice así, que salen y se sueltan de los ojos con un disparo, con un golpe que las expulsa” (p.131)
Ou estoutras de El día antes de la felicidad:
Di Don Gaetano: “El napolitano está hecho aposta, dices una cosa y te creen. En italiano queda la duda: ¿lo habré entendido bien? El italiano está bien para escribir, donde la voz no hace falta, pero para contar un hecho hace falta nuestra lengua, que pega bien la historia y permite que se vea. El napolitano es novelesco, hace que se abran los oídos y los ojos también” (p.26)
“Cuando hablaba de Argentina, don Gaetano usaba otro idioma y una segunda voz, más de garganta. Le salían palabras movidas, nerviosas, que había que mantener refrenadas con las riendas” (pp.45-46)
“Anna hablaba sin una brizna de acento, una lengua de libro. Su aliento eran líneas acariciadas. Se detuvo como un punto y aparte” (p.61)
“Me divertía el latín, lengua excogitada por algún inventor de enigmas (...) No me gustaba el caso acusativo, tenía un nombre muy feo. Bonito el dativo, teatral el vocativo, esencial el ablativo. Era perezoso el italiano que renunciaba a los casos” (p.68)
“El dialecto era especial para las sentencias, mejor que la misa en latín” (p.116)
Mais volvendo á estrutura de El día antes de la felicidad, é un pouco neorrealista, pero ao estilo de De Luca, menos liñal e máis episódico. Non hai un enlace transicional entre unha e outra escena. Os incidentes ou episodios sucédense case como emulando o asalto dos recordos que sofre o narrador, que non necesita dunha madelena Proustiana para desencadealos, senón que veñen porque si.
Outro dos aspectos que me fascinou de El día antes de la felicidad é a abundancia de diálogo. En Montedidio é case inexistente, temos que agardar ao final para oír a voz do narrador (“... yo escupo un coágulo caliente de aire, es voz, es mi voz, un rebuzno de burro que me desgarra los pulmones, grito, y para mi grito no hay sitio en el rollo ni en Montedidio”). Porén, en El día... asistimos a unha polifonía de voces múltiples, únicas, individuais, que nos desentrañan os misterios de cada personaxe, mesmo os secundarios, coma o divertidísimo La Capa.
O acto de escribir é central nos dous textos. En Montedidio en bobinas de imprenta, en El día... nun caderno. En ambos casos, enfeitizante, como vedes neste extracto de El día antes de la felicidad:
“En el colegio (...) se escribía con plumilla y con la tinta que estaba en cada pupitre dentro de un agujero. Escribir era como pintar, se mojaba la plumilla, se dejaban caer las gotas hasta que solo quedaba una y con ésta podía escribirse casi media palabra. Después se mojaba otra vez. Nosotros los de la pobreza secábamos la hoja con el aliento cálido. Bajo el soplido, el azul de la tinta temblaba cambiando de color. Los demás secaban con el papel secante. Era más hermosos nuestro gesto, que levantaba viento sobre la hoja extendida. Los demás, en cambio, aplastaban las palabras bajo la cartulina blanca” (p.13)
E por último aquí vos queda unha breve escolma de fragmentos líricos de El día antes de la felicidad, como a reacción ante o primeiro bico: “¿Sientes tú lo mismo que yo, un lacre que cierra el borde de una carta?” (p.62), a resposta de Anna cando el lle pide bicala: “No, tú eres polen, obedéceme a mí que soy el viento” (p.79) ou a reacción do profesor Cotico cando lle din que eses versos xa foron escritos antes: “La poesía no es una carrera de velocidad en la que hay que llegar el primero. Cada día nace virgen de poesía, uno se despierta y la renueva” (p.102)
“Aún no había llegado para mí el día antes de la
felicidad. Quería saberlo.
No quería que sucediera de repente, y no darme
cuenta, el día antes”
(p.38)