John Green dijo en una ocasión: "Great books help you understand, and they help you feel understood” (Los grandes libros te ayudan a comprender, y te ayudan a sentirte comprendido). Hay grandes libros esperados, otros que aparecen por sorpresa y otros que llegan a tus manos porque otro/a lo coloca ahí para tu disfrute.
Este fue el caso con El último encuentro (1942), una novela de Sándor Marái, un regalo que vino además enriquecido con una hermosa dedicatoria que nace de un vínculo personal.
Sándor Marái es un personaje fascinante más allá de sus textos. The Guardian dice en este artículo que su popularidad se debe en parte a su obra y en parte a su vida, que fue un espejo de los infortunios de la Hungría del siglo XX. Nacido en Kassa en el antiguo imperio austro-húngaro, Marái creció con la guerra, la revolución y el exilio. Se estableció como escritor y sufrió más guerra, revolución y exilio.
Es la primera novela que leo de Marái y me ha fascinado, además de dominar mis pensamientos durante esta pasada semana, una vez terminada su lectura. Por este motivo elijo hablar de él hoy, en el Día del Libro. Aunque el escritor consideraba El último encuentro una de sus obras menores, para mí es una brillante expresión elocuente de la memoria, el deseo, el amor y los ideales perdidos.
El argumento, es aparentemente simple: Henrik, un general retirado, revisita su vida mientras espera la visita de Konrád, su amigo del alma a quien no ve desde hace cuarenta y un años y cuarenta y tres días. Cuando por fin llega el encuentro, se completa el proceso de excavación de su alma en un retrato triunfal que esconde un argumento más complejo, de profundidad moral y metafísica. A través de esta joya elegante que destella brillantes corrientes de suspense, se nos extiende una invitación a examinar el pasado y la memoria, pero también el olvido; y en un nivel más profundo, “la verdad” en sí misma.
Una se siente arrastrada por los diferentes ritmos o cadencias de la narración, donde elementos opuestos bailan en piruetas de acercamiento y alejamiento: la obsesión y el olvido, la pena y la culpa, la amistad y el amor, la traición y la lealtad, la pareja (de amantes o amigos) y la soledad.
"Cuando pasa de los noventa, la gente envejece de manera distinta que a los cincuenta o los sesenta. Envejece sin resentimiento" (p.17)
"El tiempo lo conserva todo, pero todo se vuelve descolorido, como en las fotografías antiguas, fijadas en placas metálicas" (p.21)
"No soportaba la soledad entre la gente" (p.40)
"La gente no desea nada con más fervor que una amistad desinteresada. La desea con fervor, aunque sin esperanza" (p.42)
"Uno siempre conoce la verdad, la otra verdad, la verdad oculta tras las apariencias, tras las máscaras, tras las distintas situaciones que nos presenta la vida" (p.53)
"De un compartimiento secreto del cajón sacó distintos objetos: una pistola belga, un fajo de cartas atadas con un lazo azul y un cuaderno delgado de tapa de terciopelo amarillo que llevaba impresa con letras doradas la palabra Souvenir" (pp.63, 64)
"Claro, los detalles son a veces muy importantes. Dejan todo bien atado, aglutinan la materia prima de los recuerdos" (p.88)
"Pero, ¿con qué se puede entrenar un hombre solitario? Con sus propios recuerdos, para que la soledad y el tiempo transcurrido no le permitan perdonar nada en su alma ni en su corazón. Porque hay un duelo en la vida, librado sin sable ni espada, para el cual merece la pena prepararse bien. El duelo más peligroso. Un día llegará sin que lo llamemos" (p.97)
"¿Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza?" (p.101)
"A veces creo que hay muchas cosas, que todo depende de las palabras, de las palabras que uno dice a su debido tiempo, o de las que se calla, o de las que escribe..." (p.107)
"También existen instantes en que no es de noche ni de día en los corazones humanos, instantes en que los animales salvajes salen de su escondite, de las madrigueras del alma, y en que tiembla en nuestro corazón y se transforma en movimiento de nuestra mano una pasión que hemos tratado en vano de domesticar durante años, durante muchísimos años..." (p.121)
"Porque la vida no se puede soportar de otra manera que sabiendo que nos conformamos con lo que significamos para nosotros mismos y para el mundo" (p.122)
"Uno siempre teme tanta felicidad ordenada" (p.144)
"Al fin y al cabo, el mundo no importa nada. Sólo importa lo que queda en nuestros corazones" (p.186)
Este fue el caso con El último encuentro (1942), una novela de Sándor Marái, un regalo que vino además enriquecido con una hermosa dedicatoria que nace de un vínculo personal.
Sándor Marái es un personaje fascinante más allá de sus textos. The Guardian dice en este artículo que su popularidad se debe en parte a su obra y en parte a su vida, que fue un espejo de los infortunios de la Hungría del siglo XX. Nacido en Kassa en el antiguo imperio austro-húngaro, Marái creció con la guerra, la revolución y el exilio. Se estableció como escritor y sufrió más guerra, revolución y exilio.
Es la primera novela que leo de Marái y me ha fascinado, además de dominar mis pensamientos durante esta pasada semana, una vez terminada su lectura. Por este motivo elijo hablar de él hoy, en el Día del Libro. Aunque el escritor consideraba El último encuentro una de sus obras menores, para mí es una brillante expresión elocuente de la memoria, el deseo, el amor y los ideales perdidos.
El argumento, es aparentemente simple: Henrik, un general retirado, revisita su vida mientras espera la visita de Konrád, su amigo del alma a quien no ve desde hace cuarenta y un años y cuarenta y tres días. Cuando por fin llega el encuentro, se completa el proceso de excavación de su alma en un retrato triunfal que esconde un argumento más complejo, de profundidad moral y metafísica. A través de esta joya elegante que destella brillantes corrientes de suspense, se nos extiende una invitación a examinar el pasado y la memoria, pero también el olvido; y en un nivel más profundo, “la verdad” en sí misma.
Una se siente arrastrada por los diferentes ritmos o cadencias de la narración, donde elementos opuestos bailan en piruetas de acercamiento y alejamiento: la obsesión y el olvido, la pena y la culpa, la amistad y el amor, la traición y la lealtad, la pareja (de amantes o amigos) y la soledad.
"Cuando pasa de los noventa, la gente envejece de manera distinta que a los cincuenta o los sesenta. Envejece sin resentimiento" (p.17)
"El tiempo lo conserva todo, pero todo se vuelve descolorido, como en las fotografías antiguas, fijadas en placas metálicas" (p.21)
"No soportaba la soledad entre la gente" (p.40)
"La gente no desea nada con más fervor que una amistad desinteresada. La desea con fervor, aunque sin esperanza" (p.42)
"Uno siempre conoce la verdad, la otra verdad, la verdad oculta tras las apariencias, tras las máscaras, tras las distintas situaciones que nos presenta la vida" (p.53)
"De un compartimiento secreto del cajón sacó distintos objetos: una pistola belga, un fajo de cartas atadas con un lazo azul y un cuaderno delgado de tapa de terciopelo amarillo que llevaba impresa con letras doradas la palabra Souvenir" (pp.63, 64)
"Claro, los detalles son a veces muy importantes. Dejan todo bien atado, aglutinan la materia prima de los recuerdos" (p.88)
"Pero, ¿con qué se puede entrenar un hombre solitario? Con sus propios recuerdos, para que la soledad y el tiempo transcurrido no le permitan perdonar nada en su alma ni en su corazón. Porque hay un duelo en la vida, librado sin sable ni espada, para el cual merece la pena prepararse bien. El duelo más peligroso. Un día llegará sin que lo llamemos" (p.97)
"¿Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza?" (p.101)
"A veces creo que hay muchas cosas, que todo depende de las palabras, de las palabras que uno dice a su debido tiempo, o de las que se calla, o de las que escribe..." (p.107)
"También existen instantes en que no es de noche ni de día en los corazones humanos, instantes en que los animales salvajes salen de su escondite, de las madrigueras del alma, y en que tiembla en nuestro corazón y se transforma en movimiento de nuestra mano una pasión que hemos tratado en vano de domesticar durante años, durante muchísimos años..." (p.121)
"Porque la vida no se puede soportar de otra manera que sabiendo que nos conformamos con lo que significamos para nosotros mismos y para el mundo" (p.122)
"Uno siempre teme tanta felicidad ordenada" (p.144)
"Al fin y al cabo, el mundo no importa nada. Sólo importa lo que queda en nuestros corazones" (p.186)
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