Wednesday, April 5, 2017

Letters in Books: Esperando a Mister Bojangles

Olivier Bourdeaut dejó el instituto y probó varios trabajos, desde agente inmobiliario hasta fumigador o recolector de sal marina, y luego acabó en el paro. En un período de siete semanas escribió Esperando a Mister Bojangles, su novela debut, inspirada en la canción "Mr Bojangles" de Nina Simone.


Mi madre solía contarme la historia del señor Bojangles. Era como la canción: bonita, bailable y melancólica. Por eso a mis padres les gustaba bailar agarrados con Mr Bojangles, porque era una música para los sentimientos. El señor Bojangles vivía en Nueva Orleans, aunque eso había sido hacía mucho, en los viejos tiempos, que se llamaban así porque no había nada nuevo. Al principio viajaba por el sur de otro continente con su perro y su traje viejo. Pero un día su perro se murió y ya nada volvió a ser igual. Entonces se iba a bailar a los bares, con el mismo traje viejo de siempre. Bailaba Mr Bojangles, la bailaba a todas horas, como mis padres. Para incitarlo, la gente lo invitaba a cerveza, y entonces él bailaba con aquel pantalón que le iba grande, saltaba muy alto y volvía a posarse en el suelo con suavidad. Mamá me decía que bailaba para que volviera su perro, que ella lo sabía de buena tinta. Y ella bailaba para que volviera el señor Bojangles. Por eso bailaba a todas horas. Simplemente para que volviera” (pp.28-29)

Es la maravillosa historia de Louise y George, una pareja de enamorados cuya vida, vista a través de los ojos de su hijo, consiste en beber cócteles coloridos y bailar de forma sublime al ritmo melancólico de ‘Mr Bojangles’ en continuas fiestas extravagantes. La narrativa inocente de un niño nos sumerge en una infancia bohemia de montañas de cartas sin abrir, en una familia de ensueño que vive en continua fuga de la realidad.

“En un rincón del vestíbulo había una montaña de cartas que mis padres habían creado arrojando allí, sin abrir, toda la correspondencia que recibían. El montón era tan impresionante que podía zambullirme en él sin hacerme daño; era una montaña alegre y mullida que formaba parte del mobiliario” (p.22)

Mentía al derecho en casa y al revés en el colegio, lo que era complicado para mí, pero más sencillo para los demás”. (p.41)

Para que mi caligrafía fuera en la dirección correcta, la señorita me mandó a ver a una señora que enderezaba las letras sin tocarlas siquiera y que, sin herramientas, sabía arreglarlas para volver a ponerlas rectas. Después de aquello, por desgracia para mamá, casi me curé. Casi, porque además era zurdo, pero respecto a eso la señorita no podía hacer nada; me dijo que me perseguía la mala suerte, que no había solución, que antes de que yo naciera, a los niños les ataban el brazo malo para curarlos, pero que ese tratamiento ya no se usaba. A veces la señorita decía mentiras que me daban mucha risa” (p.42)

Cuando papá quería estar a solas con mamá para bailar la lenta de los sentimientos, o hacer cosas que no eran asunto de niños, a mí me encantaba pasearme por la planta de arriba” (p.73)

Cada día es una celebración en esta vida que se ve desde otro ángulo en los diarios de George, que cuenta la historia de forma más nostálgica y poética desde el día que se conocen y se enamora instantáneamente de Louise, su quijotesca esposa. El lirismo permea la narración de la lucha por mantener su amor, su surrealista vida y su cordura.

Sus extravagancias llenaron mi vida, anidaron en cada uno de sus rincones y ocuparon toda la esfera del reloj, devorando todos sus instantes. Yo había recibido su locura con los brazos abiertos, y luego los había cerrado para estrecharla con fuerza e impregnarme de ella, pero temía que aquel dulce desvarío no fuera eterno. Para ella, lo real no existía.” (p.56)

Qué maravilla… No puedo estar sin ella… Desde luego que no… Esta locura también es mía” (p.66)

Sentado bajo un olivo, viéndolos reír y parlotear mientras ofrecían sus blancas caras al sol, me dije que nunca me arrepentiría de haber cometido aquella locura. Un espectáculo tan hermoso no podía ser el resultado de un error, de una mala elección; una luz tan perfecta no dejaba espacio para el remordimiento. Jamás” (p.89)

“-Háblale con las manos, los ojos y el corazón, es lo mejor que hay para comunicarse - respondí yo…” (p.110)

“...en el árbol, tu madre es al mismo tiempo las raíces, las hojas, las ramas y la cabeza, y nosotros somos los jardineros que vamos a hacer que el árbol se mantenga en pie y no termine por desarraigarse” (p.114)

No me arrepentía de nada, no podía arrepentirme de aquella dulce marginalidad, de aquellos constantes cortes de mangas a la realidad, de aquella forma de hacerles burla a las convenciones, al reloj, a las estaciones, de sacarle la lengua al qué dirán” (p.116)

Esperando a Mister Bojangles es una novela entrañable, cautivadora y elegante que leerás de una sentada. 

Fuente: Le Figaro


Sí, es como un milagro, como algo de magia, pero me sigo sintiendo un burro, igual que antes, sólo que ahora con éxito"
- Olivier Bourdeaut en este artículo de El País.




¡Gracias, Nacho Rodiño por la recomendación y el préstamo!

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