Acabo de volver y estoy mirando
si es posible cambiar una esperanza, un antebrazo roto,
por un hombre.
Porque sucede a veces que uno sale a la tarde
y alguien pasa en silencio,
o te pregunta algo,
o te coge las manos y no pregunta nada.
Y uno quisiera entonces
decirle que si el pan estaba tierno o si podía
tomar un trago aún y hablar de su familia,
o hablar de que las calles
ya no tienen más piedras.
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