Friday, November 24, 2017

Letters in Books: Sálvora

Una vez me escribieron una dedicatoria con una cita de Alfred Mercier que decía: "Jamás olvidamos lo que aprendemos con gusto". Comparto las implicaciones del aforismo. Nunca olvidaré la historia de Sálvora pues la aprendí con sumo gusto de una alumna,  Carmen Lampón. Fue en 2009, antes de conocer a Pilar Casas o visitar la exposición del Santa Isabel;  cuando Sálvora no era más que un verso de una canción popular. Pero desde que Carmen me descubrió su historia (la suya, la personal) a través de una presentación en clase,  Sálvora tiene nombre de mujer. Sálvora es un naufragio, un barco que se hunde sobre las rocas del bajo de Pegar el 2 de enero de 1921. Pero sobre todo, Sálvora son sus heroínas. Cuatro mujeres: Cipriana Crujeiras, María Fernández, Cipriana Oujo y Josefa Parada, y una hazaña que le valió a Ribeira el título de "Muy Noble, Muy Leal y Muy Humanitaria Ciudad" . Desgraciadamente, el reconocimiento a las verdaderas estrellas del relato tuvo que esperar bastante más.


Y de nuevo se cruza en mi camino otra historia sobre la isla, y además contada por un farero. Ay. Los faros. Virginia Woolf decía en su novela Al faro que este elemento lumínico no significaba nada por sí mismo, pero que confiaba en que los lectores lo convertirían en depósito de sus propias emociones. La escritora se daba cuenta de la potencialidad de los faros más allá del contraste vertical que ofrecen como antítesis del horizonte. Son ricos en simbología y significados conceptuales. Constituyen referentes evocadores tanto del aislamiento humano como de su contrapunto, esa interconexión que nos une a los otros. Cuando nadamos en las aguas turbulentas de la adversidad, nada nos da tanta seguridad y confianza como lo hace un faro.

En este contexto, el/la farero/a (o torrero/a) es un símbolo también de individualismo, alguien que salvaguarda la luz aún cuando las condiciones son hostiles, alguien que deja a un lado la comodidad y seguridad personales para favorecer el deber y la nobleza. Tengo, sí, esa visión idealizada del torrero como un personaje rodeado de un halo de enigma y misterio.


Por eso fue una maravilla leer  Sálvora (2017)  de Julio Vilches, farero de Sálvora desde 1980 hasta 2017. Gloria Vilches, su sobrina, explica en el prólogo como Julio se ayudó "de las anotaciones diarias de los libros de servicio del faro y los álbumes de fotos y de una voz narradora muy imaginativa que, sin ninguna pretensión y de manera muy llana, pero al mismo tiempo poética y en ocasiones misteriosa, relataba con precisión, humor y ternura los diversos acontecimientos de su vida" (p.9).

Sálvora está dedicado a Isla y Vera, las hijas de Julio, y es el relato vital desde su llegada a la isla “fascinados pero desconcertados por la falta de visibilidad" (p.13), a una vivienda semirruinosa sin inodoro ni ducha (p.14) , a “un faro artesano, un faro de fuego" (p.15) con una óptica giratoria con cámara de servicio (p.34). 

Desde ese día, la historia incluye mil aventuras en la República de Bislandia, en el territorio del Búho Solitario: Accidentes, ataques de risa, tiroteos y persecuciones en el mar (al más puro estilo Miami Vice), incendios, canciones, “tinieblas de lluvia y viento" (p.25), temporales, golpes, fiestas, baños en la playa, travesías , naufragios, juegos de escondite y descargas lumínicas. La variedad nos atrae como polillas a la luz del faro, pues descubrimos a través de su relato “en Sálvora cada día una nueva isla" (p.28).

El haz de luz de la narración va acariciando las historias de la "gente divergente" (p.34) con la que Vilches se relaciona: el jefe Adán, Francisco el Algarrobo, José Caneda, Estanislao Fernández, Carlos el Argonauta, Carmen Rosa, Rafa, José, Andrés, ... Para mí tienen especial luminosidad Emilio el astrólogo, Juanjo con su velero el Utopía, el señor Francisco o Pilara. 

Somos conscientes de que la Sálvora que nosotros conocemos nos esconde sus secretos. La narración de Vilches nos desentraña lugares mágicos como el Mirador del Venado, la Senda de las Mariposas, el Sálvora Resort o el mismo laberinto de los cristales dentro de la óptica.

Pero el faro es "un barco de piedra que navega por el tiempo" (p.77) y también a él llega el progreso , ese cuerpo negro que, implacable, va absorbiendo la incandescencia. Con melancolía vamos viendo la mecanización del sistema y los cambios administrativos.

Sálvora no sólo es una elegía a una profesión desaparecida. Es mar y cielo. Un canto de duelo a la juventud y a la constelación de sueños que nos acompaña en la vida, una "vida silvestre y experimental" (p.37) de chimenea, guitarra, cuentos, fotografía nocturna, disfraces, naufragios secos y mojados, y travesuras. En definitiva, una delicia de sal y sol perfecta para entibiar el otoño.

"Pero aquí en el faro se nota el vacío de los que se han ido" (p.103)

"Hay tiempo para la moto sierra, escribir oficios burocráticos, coser otro capillo y contestar las cartas pendientes" (p.104)

"Yo soy un nosferatu de servicio y tengo que subir a la torre para apagar su luz antes de conseguir acomodarme en la perfecta oscuridad de mi guarida" (p.82)

"No se nos borran fácilmente algunas escenas de esta tarde. Nos acostamos pronto. Nuevas y poderosas tormentas se dibujan ahora en nuestros sueños. Aquellos diluvios infinitos y los bramidos de los dioses eléctricos eran una continuación de las murallas del mar. El espectáculo de un tiempo pulverizado en un paisaje de magia y fortaleza. Sentíamos nuestros cuerpos livianos en las camas provistos de una dulce ingravidez. El placer inequívoco de la tempestad, vivida ahora a salvo entre las sábanas" (p.75)

"Hacemos una visita al guarda del refugio, al que hallamos completamente solo y con muchas ganas de contar locuras. Nuestros trabajos nos hermanan de alguna manera: somos especialistas en soledades (relativas)" (p.141)

"A los pies del Toro aparece con la marea baja un delicado istmo de arena que forma una preciosa playa de doble filo. Las rocas luminosas de este altivo islote son una referencia inconfundible en la distancia para todos los navegantes de las rías" (p.60)

"Perder una familia y quedarte luego en la isla deshabitada, en la misma isla de siempre, en la misma morada donde flotan incorpóreas las situaciones vividas, los rostros de las personas y el eco de sus voces" (p.228)

"Cambio la música y abro la ventana interior. Con la cara pegada al cristal de fuera intento descifrar la noche que existe al otro lado. El viento ha menguado y consigo sujetar media ventana exterior abierta. Ahora puedo contemplar mejor la nada más absoluta. Es una perfecta oscuridad surcada solo por los destellos del faro que se abren difícil camino a través de ella. Por unos instantes, me invade la sensación de que existe una nueva libertad que me está esperando y basta con extender el brazo en aquellas tinieblas para encontrarla" (p.230)



Para saber más:
Vídeo El farero de Sálvora (10/11/2017)
Artículo en La Voz de Galicia sobre faro de Sálvora (25/08/2017)
Artículo en El Correo Gallego sobre Carlos Abella (15/10/2017)
Artículo en El País sobre el naufragio del Santa Isabel (1/3/2011)
Artículo en El País sobre Mario Sanz, uno de los últimos fareros de España (5/4/2017)
Artículo sobre Sally Snowman, farera en Boston Light (EEUU)
Artículo sobre Gordon Medlicott, farero en Reino Unido
Artículo sobre el deterioro de los faros en EEUU

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