El pasado día 3 de noviembre pudimos asistir a la presentación de Los días felices (2017) de Mara Torres, un encuentro en la librería Cronopios en la que la autora y Ana Cermeño comentaron algunos aspectos relevantes del libro.
Hicieron referencia al proceso de escritura, a la razón por la que Mara Torres empezó a escribir, que fue la emoción que la embargó cuando le regalaron un perro cuando era pequeña y sintió la necesidad de describir esa experiencia en un diario. En cuanto a la propia novela, nos contó que empleó tres años en escribir unas ochocientas páginas que después se quedaron en trescientas. Durante ese proceso de escritura, pensaba en su hermana pequeña que murió un año después de publicarse La vida imaginaria.
Tanto Cermeño como Torres aludieron al hecho de que es una novela "muy desnuda, un retrato sentimental e íntimo", en el cual no hay descripción de ambientes, actualidad o referencias a la sociedad porque lo que buscaba era centrarse en ese retrato para evadirse de su realidad, en la que ya hay suficiente contenido social y político.
Terminó su intervención Mara Torres hablando del amor platónico como germen de la novela. Un amor platónico entendido como el amor que no se gasta, "ese que se queda colgando con pinzas en la cuerda de tender que es el tiempo", muy en la línea de los versos de Luis Cernuda de la introducción: "Aunque solo sea una esperanza / porque el deseo es una pregunta cuya / respuesta nadie sabe".
Los días felices constituye un vibrante relato de cómo uno se ve forzado a redefinirse en cada etapa de su vida al tiempo que es también una apología del amor platónico. La novela es una combinación de encanto, calidez y simplicidad.
"Y que si el ser humano quiere saber cómo es su vida, solamente tiene que observar su día de cumpleaños cada cinco años desde la mañana hasta la noche: en qué cama se despierta, qué hace durante la jornada, con quién se relaciona, de qué van sus conversaciones, qué personas están alrededor de su tarta, qué regalos recibe y en qué circunstancias vuelve a cerrar los ojos para dormir. Porque cada cinco años, dijo aquel sabio, el mundo cambia, y cuando uno se quiere dar cuenta, es otro" (p.42)
La emoción abre el camino al humor en intervalos regulares a lo largo de la novela, y el resultado es un texto fresco y crujiente, con personajes genuinos que lo son básicamente por su lenguaje, que es espejo de la vida.
El argumento del libro le da una nueva dimensión al título (incluso a la ilustración de la portada), una que nos toca como lectores y que nos hace recordar lo que Mara Torres dijo en la conclusión de su presentación: "Los días felices nunca pasaron. Los mejores están siempre por llegar".
La historia de Los días felices merece una lectura porque celebra algo que todos queremos experimentar: la vida y el amor.
"Ante el miedo a que se gasten las cosas me zambullo en ellas como si me fuera la vida, de cabeza y sin comprobar si hay agua en la piscina" (p.11)
"Claudia jugaba con una servilleta de papel haciéndole dobleces y a Miguel se le calentó el corazón" (p.14)
"Un latido distinto al resto le desordenó el corazón, pero no era momento de pensar en eso ahora" (p.24)
"Porque la vida es solo eso: vida", había dicho Claudia hablando de no sé qué" (p.33)
"... los dos sabían que solo estaban jugando a intentar quererse" (p.62)
"... durante aquel verano se sintió tan dichoso que llegó a escribir una nota para que la leyeran en su funeral si tenía un accidente y se mataba. "Si fue con la Vespa, que sepáis todos que morí sin querer y jodidamente feliz"" (p.65)
"Sus relaciones podían durar días, quincenas o incluso meses, pero en cuanto intuía que se acercaban a lo que él denominaba "El maldito punto de inflexión", cortaba sin miramientos, no porque tuviera una patología que le impidiera amar, sino porque temía llegar a ese maldito punto de no retorno a partir del cual las parejas podían alargarse y alargarse hasta el infinito" (p.81)
"Que el amor es mentira, un estado donde la realidad y la ficción juegan a confundirse y nos convierte en unos impostores. Amamos sin saber no solo a quién amamos, sino quiénes somos" (p.94)
"Siempre seremos lo que fuimos en el patio del colegio" (p.125)
"Cuando lo prohibido se convierte en permitido, termina la magia. Cuando lo clandestino se convierte en público, pierde la emoción y la excitación" (p.150)
"... llevo un tiempo dando vueltas a intentar entender qué estamos haciendo con nuestra vida. ¿No te das cuenta? La hemos pasado planificando lo que haríamos cuando de verdad fuéramos felices" (p.170)
"Y te fuiste porque te venía muy bien que yo me convirtiera en tu amor platónico, el que nunca se gasta, el que te permite fantasear, imaginar, idolatrar, el amor del que nunca podrías cansarte" (p.200)
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