La contraseña
DE LAS SOMBRAS
DE LAS SOMBRAS
Habitamos el corazón de las sombras. Nos movemos despacio, sigilosos, evitando el tacto helado de la lluvia. La lluvia es, acaso, su cómplice mejor, pero también su testigo. Combina con frecuencia aterradora las inscripciones, los antiguos surcos, las figuras del miedo, los nombres de las frutas. Evitad pensar en el olvido, se trata de un lento desgaste. Transidas de una luz igual a la del estío en las colinas, las cosas revientan frente a nosotros sin tregua. Tan sólo algunos cuerpecillos transparentes y un murmullo especial del estallido, un tierno gesto, quedan de aquella jarra blanca donde golosas se demoraban las pupilas, de aquel vasto vagón de mercancías que transportaba arena de una playa desconocida a otra.
Me atemoriza describir las sombras, su tibio tintineo, su honda avidez de animal sonámbulo. De ave carroñera.
En Con pájaros que ignoro. Poesía reunida (2017)
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