Si he de vivir sin
ti, que sea duro y cruento,
la sopa fría, los
zapatos rotos, o que en mitad
de la opulencia
se alce la rama seca
de la tos, ladrándome
tu nombre deformado,
las vocales de espuma, y
en los dedos
se me peguen las sábanas, y nada me dé paz.
No aprenderé por eso
a quererte mejor,
pero desalojado de
la felicidad
sabré cuánta me
dabas con solamente a veces
estar cerca.
Esto creo
entenderlo, pero me engaño:
hará falta la
escarcha del dintel
para que el
guarecido en el portal comprenda
la luz del comedor,
los manteles de leche, y el
aroma
del pan que pasa su
morena mano por la
hendija.
Tan lejos ya de ti
como un ojo del
otro,
de esta asumida
adversidad
nacerá la mirada que
por fin te merezca.
En Veredas de Buenos Aires y otros poemas (1995)
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