Tuesday, September 5, 2017

Letters in Books: Océano mar



Vuelvo a entrar en el universo literario de Alessandro Baricco gracias a un regalo de Alejandro Amor, 18 años después de haberlo descubierto gracias a Patricia Mateo.  

Sólo había leído otras dos obras del italiano, Seta y Senza sangue, que me sorprendieron por su habilidad lingüística, el uso de los juegos de palabras y su talento para darle a todo un tinte surrealista y fugaz. Pero dejad que comience por deciros que he encontrado un nuevo favorito, y se trata de Océano mar (1999). He leído en esta ocasión en su traducción al castellano (Xavier González Rovira y Carlos Gumpert), aunque espero hacer honor al regalo, y leerlo pronto en su versión original, en cuanto mis conocimientos lingüísticos estén a la altura.

La particularidad de Océano mar reside en su estilo: una mezcla de emociones y sensaciones, salpicados de diálogos, escenarios e imágenes que se proyectan en la mente de quien se sumerge en la lectura. En el texto, como si fuese un cuadro surrealista, se pueden escrutar múltiples aspectos y miles de pinceladas de una realidad imaginaria que constituye la base de la historia, gracias a las detalladas y evocadoras descripciones de lugares y personajes.

La primera sorpresa está en el propio inicio del libro: Sensorial y sugerente, casi parecemos sentir la brisa marina erizándonos la piel y acariciando la arena.

“Arena hasta donde se pierde la vista, entre las últimas colinas y el mar – el mar- en el aire frío de una tarde a punto de acabar y bendecida por el viento que sopla siempre del norte.

La playa. Y el mar.
Podría ser la perfección –imagen para ojos divinos-…” (p.11)

La trama no es lineal ni definida y se van trenzando historias organizadas  en tres bloques narrativos o libros: Posada Almayer, Savigny y Los cantos del retorno. Son relatos de personas muy diferentes entre sí  pero conectadas por una búsqueda que se expresa a través de sus miedos, sus aspiraciones, deseos y emociones. 

Como no podía ser menos, la localización es onírica y mágica: la posada Almayer, cuyo nombre homenajea al gran espíritu marino de Joseph Conrad. La posada está situada en una playa francesa fantasmagórica y será el escenario donde se desenvolverá el acto final donde se cruzan los hilos narrativos.

“Así era la posada Almayer. Tenía esa belleza de la que sólo los vencidos son capaces. Y la limpidez de las cosas débiles. Y la soledad, perfecta, de lo que se ha perdido” (p.39)

“Suspendida en el borde extremo de la tierra, a un paso del mar borrascoso, reposaba inmóvil la posada Almayer, inmersa en la oscuridad de la noche como un retrato, prenda de amor, en la oscuridad de un cajón” (p.135)

En la posada se producirá el encuentro de diversos personajes para los cuales el mar es ese “lugar donde te despides de ti mismo” (p.170), donde cada uno de ellos se pierde para intentar encontrar la solución al enigma propio:

Plasson, el ambicioso pintor de cuadros blancos, que busca eternamente el inicio del mar,

“Sobre los labios de la mujer queda la sombra de un sabor que la obliga a pensar “agua de mar, este hombre pinta el mar con el mar” – y es un pensamiento que provoca escalofríos” (p.13)

Elisewin, “mariposa nocturna” (p.29) que busca curarse y convertirse en mujer,

“(…) y mucho más a ella, que no es que tuviera exactamente un alma sensible, sino, por decirlo en términos precisos, que estaba poseída por una sensibilidad de ánimo incontrolable, que explotó para siempre en quién sabe qué momento de su vida secreta – vida de nada, tan pequeña como era- y después se le subió al corazón por vías invisibles, y a los ojos, y a las manos, y a todo, como una enfermedad, aunque una enfermedad no fuera, sino algo menos, si tiene un nombre debe de ser ligerísimo, lo dices y ya ha desaparecido” (p.15)

“(…) el alma no es siempre diamante sino a veces velo de seda (…)” (p.16)

“Lo que quiero decir es que yo la vida la deseo, haría cualquier cosa para poder tenerla, toda la que haya, tanta hasta enloquecer, no importa, puedo incluso enloquecer, pero esa vida no quiero perdérmela, yo la deseo, de verdad, aunque me hiciera un daño insoportable, lo que deseo es vivir” (p.30)

El profesor Ismael Bartleboom, escritor de cartas guardadas religiosamente en su caja de caoba (p.23, p.40),  que busca el límite del mar,

“Ella abrirá la caja y lentamente, cuando quiera, leerá las cartas una a una y retrocediendo por un kilométrico hilo de tinta azul recobrará los años – los días, los instantes- que ese hombre, incluso antes de conocerla, ya le había regalado” (p.24)

“Estudiaba el punto exacto en el que la ola, después de haber roto una decena de metros más atrás, se extendía –convertida en lago, y espejo y mancha de aceite- subiendo por la delicada pendiente de la playa y al final se detenía – el borde extremo pespunteado por un delicado perlage- para vacilar un momento y al fin, derrotada, intentar una elegante retirada dejándose caer hacia atrás (…)” (p.33)

“¿Lo decimos todo con una sola palabra o con una sola palabra lo ocultamos todo? Estoy aquí, a un paso del mar, y ni siquiera soy capaz de comprender dónde está él. El mar. El mar” (p.40)

“No sé. Hay gente que se muere y, con todos los respetos, no se pierde nada. Pero él era de los que, cuando ya no están, lo notas. Como si el mundo entero, de un día para otro, se hiciera un poco más pesado. A lo mejor este planeta, y todo lo que hay en él, flota en el aire sólo porque  hay muchos Bartlebooms por ahí, ocupados en mantenerlo en su sitio. Con su ligereza. No tienen cara de héroe, pero mantienen el garito en marcha” (p.204)

Ann Deverià, enviada aquí por su marido para una cura de adulterio (p.38),

“(…) los deseos son los que nos salvan. Son lo único verdadero. Si estás con ellos, te salvarás” (p.83)

“He recibido tus cartas, y no ha sido fácil leerlas. Se abrieron de nuevo con dolor las heridas del recuerdo (…) La realidad se difumina y todo se convierte en memoria. Hasta tú, poco a poco, has dejado de ser un deseo y te has convertido en un recuerdo. Me han llegado tus cartas como mensajes supervivientes de un mundo que ya no existe” (p.169)


Adams, “un hombre deshecho por su propia vida” con un “caos irrefrenable [crepitando] bajo su mutismo y su inmovilidad” (p.64) y su mirada “de un animal al acecho” (p.70)

El Padre Pluche que anda en busca del sentido de la vida,

Todo el mundo tiene un camino dentro, lo que facilita, como mínimo, el cumplimiento de ese viaje nuestro, y sólo de vez en cuando lo complica” (p.157)

“Escribid
en el mundo
una sola palabra
escrita para mí,
la
leeré.
Rozad
un instante
de este silencio,
lo notaré.
No tengáis miedo,
yo no lo tengo.

Y vuele
esta oración
con la fuerza de las palabras
más allá de la jaula de este mundo
hasta quién sabe dónde” (p.162)

Y el huésped anónimo que nunca sale de su habitación ni se conoce su identidad, y que os dejaré que descubráis.

A pesar de las búsquedas personales que cada personaje pueda hacer, cada historia de amor, traición, muerte o redención se revela unida indisolublemente a la de los demás. Mientras, el mar ejerce de testigo silencioso ante sus destinos. Destinos que llegan a descubrir sólo a través de las ondas generadas por el acto vengativo de Adams.

Más allá de los personajes, Océano mar es un libro sobre la vida y sobre cuestiones metafísicas que Baricco lanza ante el lector con el desenfado y la precisión de un malabarista para acabar sugiriendo que hay más en la vida que lo que cualquier racionalista estaría dispuesto a admitir.

“Puesto que siempre es así, basta con el atisbo de un hombre para herir el reposo de lo que estaba a punto de convertirse en verdad, y por el contrario, vuelve inmediatamente a ser espera y pregunta, por simple e infinito poder de ese hombre que es tragaluz y claraboya, puerta pequeña por la que regresan ríos de historias y el gigantesco repertorio de lo que podría ser, desgarrón infinito, herida maravillosa, sendero de millares de pasos donde nada más podrá ser verdadero, pero todo será (…)” (p.12)

“La oscuridad suspende todo. No hay nada que pueda, en la oscuridad, convertirse en verdadero” (p.13)

“(…) la verdad sólo se concede al horror, y (…) para alcanzarla hemos tenido que pasar por este infierno, para verla hemos tenido que destruirnos unos a otros,  para poseerla hemos tenido que convertirnos en bestias feroces, para sacarla de su escondrijo hemos tenido que desgarrarnos de dolor” (p.127)

“Ann Deverià la miró – pero con una mirada para la que mirar es ya una palabra demasiado fuerte – mirada maravillosa que es ver sin preguntarse nada, ver y basta- algo así como dos cosas que se tocan –los ojos y la imagen- una mirada que no toma sino que recibe, en el silencio más absoluto de la mente, la única mirada que de verdad podría salvarnos – virgen de cualquier pregunta, aún no desfigurada por el vicio del saber (…)” (p.41)

Y por supuesto, está el mar, lírico, salvaje, hipnótico, exótico. Redentor y asesino. El verdadero protagonista de la novela, que sujeta los destinos entrelazados de los personajes en su misterioso abrazo musical.

“-¿El mar?
(…)
- ¿Vos salvaréis a mi hija con el mar?” (p.32)

“El mar inmenso, el océano mar, que corre infinita más allá de toda mirada, el desmesurado mar omnipotente –hay un sitio donde acaba, y un instante-, el inmenso mar, un lugar pequeñísimo y un instante de nada. Eso es lo que quería decir Bartleboom” (p.35)

“Puesto que el barón de Carewall jamás lo había visto, el mar viajaba, en su mente, como un polizón a bordo de un velero detenido en un puerto con las velas arriadas, inofensivo y superfluo” (p.45)

“El mar (…) era terrible, exageradamente hermoso, terriblemente fuerte –inhumano y enemigo – maravilloso. Y además tenía colores distintos, olores jamás sentidos, sonidos desconocidos –era el otro mundo” (p.53)

“Para que nadie pueda olvidar lo hermoso que sería si, para cada mar que nos espera, hubiera un río para nosotros. Y alguien (…) capaz de cogernos de la mano y de encontrar ese río – imaginarlo, inventarlo- y de depositarnos sobre su corriente con la ligereza de una sola palabra, adiós” (p.55)

“Se oía el mar, como un alud continuo, trueno incesante de un temporal, hijo de quién sabe qué cielo. No se detenía un instante. No conocía el cansancio. Ni la clemencia” (p.72)

“El mar borra por la noche. La marea esconde. Es como si no hubiéramos existido nunca. Si hay un lugar en le mundo en el que puedes pensar que no eres nada, ese lugar está aquí. Ya no es tierra, todavía no es mar. No es vida falsa, no es vida verdadera. Es tiempo. Tiempo que pasa. Y basta” (p.83)

“(…) el mar. Por primera vez, después de días y días, verdaderamente lo veo. Y oigo su voz desmedida y el fortísimo olor y, dentro, so imparable danza, ola infinita (…) Parecía un espectador, hasta silencioso, cómplice. Parecía marco, escenario, telón. Ahora lo veo y comprendo: el mar era todo” (p.114)

“El mar danza, pero lentamente, parece una despedida en voz baja” (p.118)

“La única persona que de verdad me ha enseñado algo, un viejo que se llamaba Darrell, decía siempre que hay tres clases de hombres: los que viven frente al mar, los que se internan en el mar y los que logran regresar, vivos del mar. Y decía: ya verás qué sorpresa cuando descubras cuáles son los más felices” (p.126)

“Si al mar ya no se puede bendecir, tal vez todavía se le pueda decir (p.233)

Estilísticamente, la prosa de Barico se hace eco de esta metáfora central que encapsula la belleza y el terror. En ocasiones, las olas se ondulan suavemente, como en los encuentros de fina sutileza y sensualidad entre Bartleboom y Ann Deverià (p.95), o entre Thomas y Elisewin (p.143).  Y en otras se retiran y rompen con violencia hipnótica como en la escena del crimen (p.221).

La historia no envejece, y se van hilando emociones, palabras e historias que aparecen y desaparecen al ritmo de las mareas mientras tratamos de observar y analizar para desentrañar nuestra propia metáfora existencial.

1 comment:

  1. Hola Diana ,gracias por tu opinion y razonada que motive al lector a leer la obra literaria tanto de Alessandro Baricco , como de Xavier González Rovira y Carlos Gumpert,que espero que disfrute de su lectura tan pronto este su conocimiento lingüístico a la altura y asi resalte aqui su opnion,aunque espero que sea en singular y No plural, pues No creo que tu Coheficiente intelectual....logre asimilar tanto, por ello gustaria saber de Tu opinion , yo espero leerlos tambien , siempre cuando mi capacidad Linguistica y tiempo socio-cultural que dispongo, me lo permita .
    Si yo tambien lo reflexiono que tiene un matiz con estilo su que esta envuelto en una variedad unida de entre emociones
    con sus sensaciones , acompañado de dialogos , lo cual transladan al lector una imagen dentro de un escenario inmerso en su propia lectura .....es realmente fascinante.
    Ayer lunes ,tuve la agradable experiencia ,de conocer una profesora de primaria ,jubilada de 68 años ,se llama Purificacion lopez , me explico que en su larga profesion como profesora de primaria , fue muy feliz, en la conversacion que tuvimos,me recalco que el sueldo...No fue importante para ella , ya que no es elevado , pero No esta arrepetida,ya que ama su profesion vocacional en el arte de la enseñanza , asi que se sentia feliz , esto me impresiono tanto ,que me recuerda a tu devocion vocacional a la enseñanza,que posees Diana, pues es excelente ,de todo corazon hago mencion de ello , gracias por tu lectura y a toda persona que tenga interes en este comentario
    que hago con toda sinceridad , ( Vargusrama ).....

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