Wednesday, April 27, 2016

Letters in Books: Briefe an einen jungen Dichter



El lunes pasado, cuando pasé a recoger un libro que había encargado en Ler, me encuentro que Eva, librera junto con Cipri de este establecimiento en Pobra do Caramiñal, me había reservado otro libro que me podía interesar relacionado con las cartas. Me emociona que otros se impliquen en “Palabras da man ao corazón” y me alegra muchísimo cuando me proporcionan material sobre el que investigar. Así que agradezco muchísimo a Eva que me encontrase otro diamante polifacético. Desde luego, son libreros así, que miman a sus lectores con un trato personalizado y cariñoso, los que conquistan nuestros corazones.

El libro es Cartas a un joven poeta (1980), de Rainer Maria Rilke (1875-1926), traducción y nota preliminar de José María Valverde. Es una colección de diez cartas que se sitúan en el tránsito de 1903 a 1904 (menos la última, que es de 1908), que Rilke escribió al poeta Franz Xaver Kappus, y que éste publicó después de la muerte de su maestro y que, como Valverde indica, “siempre servirán para iluminar por detrás el quehacer lírico rilkiano” (p.15).



La presentación de Kappus relata como a fines de 1902, con apenas veinte años, comenzó a escribir a Rainer Maria Rilke para enviarle sus intentos poéticos pidiéndole que los juzgara. En esa primera carta, dice, “me franqueaba más enteramente de lo que nunca había hecho y, por demás, de lo que nunca haría”. Kappus recuerda el tiempo que esperó respuesta, y la carta en sobre azul, (con) sello de París” y pesada que finalmente recibió, con una letra “clara, bella y segura” (p.20). Carta ésta que, junto con las otras nueve “valen para los que ahora crecen y se forman, para los que mañana se formarán”.

Son conmovedoras, directas y cercanas, pero con contenidos profundos y reflexiones complejas. Rilke intercala en ellas consejos prácticos como acercarse a la naturaleza, buscar la hondura de las cosas, tener presente la infancia,  aceptar y disfrutar de la soledad, sacar el máximo partido de las dudas, amar los libros “imprescindibles” (p.34) y no dejarse dominar por la ironía.

Es crítico con los poemas de Kappus, pero también lo consuela, pues “aun los mejores se equivocan en las palabras cuando éstas han de significar lo más silencioso y casi indecible” (p.48); y sobre todo le muestra que valora su escritura “(…) siempre los leeré (si usted me los confía), los releeré y los viviré, tan buena y cordialmente como pueda” (p.60).

A la hora de crear, recomienda examinar el fundamento de la escritura, poner a prueba “si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón” (p.26),  y ver en la obra creada “su amada propiedad natural, un trozo y una voz de su vida” (p.28)

Los poetas, dice Rilke, hacen mal en quejarse en vez

de transformarse, duros, en palabras
como el cantero de una catedral
se transforma en la calma de la piedra.

[statt hart sich in die Worte zu verwandeln,

wie sich der Steinmetz einer Kathedrale

verbissen umsetzt in des Steines Gleichmut.]

No hay medida en el tiempo: no sirve un año, y diez años no son nada; ser artista quiere decir no calcular ni contar: madurar como el árbol, que no apremia a su savia, y se yergue confiado en las tormentas de primavera, sin miedo a que detrás pudiera no venir el verano” (p.42)

Os regalo dos extractos que me gustaron especialmente. El primero pertenece a una carta acompañada de un soneto de Kappus que le devuelve copiado de su puño y letra y le dice:

“Ya ve usted: he copiado su soneto porque he encontrado que es hermoso y sencillo, y ha nacido en esa forma en que se desarrolla con tan tranquilo decoro. Estos son versos de los mejores que he podido leer de usted. Y ahora le doy esta copia, porque sé que es importante, y está lleno de nueva experiencia, volver a encontrar un trabajo propio en letra ajena. Lea usted los versos como si fueran ajenos, y sentirá en lo más íntimo hasta qué punto son suyos” (p.72).

Qué experiencia única la de leer la creación propia en letra ajena, ¿no?

Y por último, una bonita reflexión sobre la manera en que a Rilke le gustaba escribir sus cartas: “(…)cuando estoy de viaje no me gusta escribir cartas, porque para eso necesito algo más que el imprescindible recado: algo de silencio y soledad, y una hora no demasiado poco propicia” (p.57).

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